Carmen Grau, lectora, viajera, escritora y mamá independiente.

martes, 14 de enero de 2014

Las correcciones sí son importantes

Hoy, por fin, me siento a redactar un artículo que hace más de un año decidí escribir algún día para «ayudar» a mis colegas escritores. Si he tardado tanto es porque no soy amiga de dar consejos ni de recibirlos —si necesito ayuda voy a buscarla y ya sé de quién tomar ejemplo y de quién no—, pero ojalá nadie se tome esto como una lección, sino como lo que es: mi opinión personal, que comparten otros lectores y escritores.
Empezaré con mi propia historia. A finales de 2011 mi agente literaria me remitió un listado de todas las editoriales en las que había tratado de colocar Amanecer en el Sudeste Asiático y una nota final: «Lo seguiremos intentando, pero está muy mal la cosa». Llevaba más de seis meses insistiendo. Entonces me compré un Kindle, y poco después le escribía yo para darle las gracias por todo y comunicarle que iba a probar a publicar por mi cuenta.
Mi Amanecer llevaba ya diez años escrito, lo habían leído al menos una docena de familiares y amigos, yo lo había corregido y repasado unas diez veces a lo largo de los años, y había pasado por una corrección ortotipográfica «profesional». Aun así, antes de publicarlo en Amazon, lo repasé una vez más. Además, leí un par de libros sobre autoedición de escritores independientes anglosajones que ya llevaban un par de años en el negocio, seguí blogs, e hice todo lo que estuvo en mi mano por presentar un producto lo más profesional posible. Desde el momento en que decidí autopublicarlo hasta que pinché en el botón de publicar, pasaron tres meses. Más tarde cambiaría la portada y muchas cosas más, pero de entrada, lo de verdad importante para mí era que el documento no mostrara errores.
Mientras me ocupaba en todo eso, decidí comprar un par de las novelas en español que copaban las listas de las más vendidas. La primera que leí me sorprendió porque… ¡estaba llena de erratas y faltas de ortografía! La terminé aunque me costó, no por la trama o el estilo, sino porque tantos gazapos me dañaban la vista. Resolví escribir a la autora para hacerle saber que, en mi modesta opinión, su novela necesitaba una corrección. Su respuesta me dejó boquiabierta: la novela tenía errores porque antes de publicarla en Amazon no la había leído absolutamente nadie más que ella.
Después leí otras novelas autopublicadas (no muchas). Todas tenían fallos: de maquetación, de ortografía, de gramática, de estilo… Algunas me gustaron mucho y me dio pena que no fueran mejores por culpa de algo tan fácil de corregir. Así que hice lo que he hecho toda la vida: escribir a la editorial para señalarle los errores que encuentro en un libro que me ha encantado, para que los corrijan en la siguiente edición, si quieren. Pero detrás de esas novelas no había editorial; mucho mejor: podía escribir directamente al autor. Las editoriales no me contestaron jamás, ni para darme las gracias, excepto una vez en que me puse firme y dije que hasta ahí habíamos llegado. Fue cuando me encontré con que en mi ejemplar de Riña de gatos. Madrid 1936, premio Planeta nada menos y dedicado expresamente para mí por el propio autor, faltaban veinte páginas. Ante la dificultad de devolver el libro físico, la editorial me mandó las páginas desaparecidas en formato electrónico, y las tuve que leer en la pantalla del ordenador… ¡no me diréis que no es para quejarse! Luego imprimí esas páginas y las puse dentro del libro en papel, lo cual quedaba fatal en la estantería… Al final me deshice del libro y ya no lo tengo; no importa porque ya lo leí, pero lo habría guardado por razones sentimentales.
A lo largo de estos dos años he escrito a algunos autores independientes para decirles que su novela me ha gustado pero he encontrado algunos errores que les puedo indicar, si quieren. La mayoría ha reaccionado como lo habría hecho yo: con mucho agradecimiento y humildad. En algunos libros, sin embargo, he encontrado tantos fallos que no he podido seguir con la lectura. Esto me ha pasado también con las dos últimas novelas publicadas por una editorial española que he intentado leer. Con la última, que empecé y dejé hace solo unos días, me he sentido estafada. Alcancé a leer solo un 15% (que hubiera sido un 1% si tuviera más de doscientas páginas, pero es que era cortita) y al dejarla pensé: si al menos hubiera sido pirata... Pero no, yo pagué por ella, porque no tengo ni idea de cómo se bajan los libros pirateados ni voy a perder mi valioso tiempo en averiguarlo. Eso sí: cada vez voy con más cautela al comprar un libro publicado por una editorial española, y antes compruebo si está en la biblioteca. Ya sabemos que la crisis también ha afectado a las editoriales, anda que no se nota.
Por un lado me da pena que haya bajado tanto el nivel de profesionalidad de los libros publicados por editoriales tradicionales pero, por otro, creo que eso nos otorga una gran ventaja a los autores-editores independientes. Hasta hace poco la autoedición iba acompañada del estigma de la mala calidad, pero si hace dos años la gran mayoría de autores con los que cambié impresiones era de la opinión de que la forma no era importante y sí el contenido, ahora no conozco a ninguno que no le dé valor a una buena corrección.
Hace unos meses una autora independiente en busca de editorial se lamentaba de que tiene que repasar sus novelas al menos cinco veces, además de darlas a corregir a un profesional, y aun así después de publicadas recibe correcciones de los lectores. Si dispusiera del apoyo de una editorial, decía, podría despreocuparse de todo eso y dedicar más tiempo a escribir. Quizás eso fuera verdad antes de la crisis, pero ahora ya no lo es, y creo que los escritores independientes tenemos mucha suerte al contar con esa ayuda desinteresada de los lectores. Yo ya no me molesto en escribir a las editoriales para informarles de que una novela que han publicado está plagada de errores; tampoco me tomo ese interés por un independiente que tiene demasiados como para señalarlos todos. Pero sí lo hago por los autores que sé que, como yo, se esfuerzan por presentar una obra de calidad y que se preocupan por escribir bien. Algunos seguimos blogs de lingüística, como el excelente de Carmen Martínez Gimeno, Sin borrones, leemos manuales de estilo, consultamos la RAE y varios diccionarios constantemente, además de dar nuestros escritos a lectores cero e intercambiar correcciones. Otros prefieren gastarse el dinero en una corrección ortotipográfica e incluso de estilo y ahorrarse todo ese trabajo. Si os lo podéis permitir, es una excelente idea, no solo porque mejorará la calidad de vuestros escritos, sino porque además daréis trabajo a los sufridos correctores y editores, pobrecitos, que ellos también padecen la crisis. Aun así, antes de presentar una obra a un corrector, el autor debería tener la certeza de que no contiene ni un solo fallo. Los fallos estarán igualmente, aunque él no los haya visto, pero cuantos menos haya más fácil será para el corrector detectarlos. A menudo se habla de «una mala corrección», pero yo digo: detrás de una mala corrección hay un mal escrito. Los escritores que publican con editorial tradicional tampoco deberían relajarse en este aspecto.

Voy ya casi a terminar con una nota de humildad, para que nadie se piense que me creo experta en el tema o algo parecido. Yo no soy más que una aprendiz con muchas ganas de mejorar y escribir bien. También cometo errores y de todo tipo, pero soy muy afortunada: ¡a mí también me corrigen! Me han corregido familiares y amigos, escritores, editores, correctores y lectores, y espero que sigan haciéndolo. No me molesta en absoluto: me hacen un gran favor. Pero con cada corrección no me he limitado a efectuar los cambios en mis libros, sino que la he estudiado y grabado en el disco duro de mi memoria para no volver a cometer el mismo error.
Algunas meteduras de pata que continúo viendo en otros escritores son: «sobre todo» junto (solo va así si se trata de una prenda de vestir, lo cual no es nunca el caso), «aun así» va sin acento en la u, «echar de menos» es del verbo «echar» que echa la hache, «incluido» va sin acento, conjugación incorrecta del verbo impersonal «haber»… Yo además tiendo a inventarme palabras y hasta expresiones, por culpa de la interferencia del inglés y el catalán, y fueron tres personas las que me indicaron que futurístico e industrialista no existen en castellano. Bueno, ¿y los que usáis sorpresivamente qué? Yo esa sí que no la acepto. Ah, y ¿no puedo esperar a verte? En mis tiempos adolescentes decíamos «me muero de ganas por verte» pero ahora hasta la pasión nos ha robado el inglés, ¿o no es eso una traducción literal del I can’t wait to see you? Tampoco existe letraherido, pero ya lo he visto en varios escritos en español y no creo que tarde en adaptarse esta palabra que en catalán es mucho más bonita. Yo, como soy catalana, tiendo al queísmo, y a veces, peco de ultracorrección y cometo dequeísmo. Lo mismo les pasa a los madrileños con el laísmo y el leísmo. Además, uso expresiones catalanas que resulta que no conocen en el resto de España ni en Latinoamérica. Ahora me aseguro de que mis lectores cero incluyan a los de otras regiones; ellos son los que detectan mis barbarismos.
Me sorprende encontrar en autores españoles tanta contaminación del inglés; yo tengo una buena excusa, ¿pero vosotros? Ah, sí, las malas traducciones… Quizás de ahí venga que se use tan mal el gerundio, pero a mí lo que más me irrita es el abuso que se hace de la voz pasiva. Si algún día llego a leer que «el español es hablado aquí» en vez de que «se habla», os juro que me independizo definitivamente de todo lo español.
           Antes de decidirme por un libro leo la sinopsis y, si contiene faltas o está mal escrita, no lo compro. Uno de los fallos que más encuentro es el de la coma que separa el sujeto del predicado. No es de extrañar que nos equivoquemos tanto, cuando en las redes sociales no paran de circular lemas como este: «Un niño que lee, será un adulto que piense» o «Las mujeres, que leen, son peligrosas». Son mensajes tan bonitos que los usuarios los comparten una y otra vez y se propagan como un virus incontrolable. Yo no lo hago, por una sencilla razón: creo que la persona que escribe esos lemas antes debería preocuparse por hacerlo correctamente; quizás debería leer más.